7 de septiembre de 2005

Andrés Lagos

Miércoles 13:30 hrs.
Hay días en que todo cuesta.

Hay días en que se requiere grandes esfuerzos para incorporarse. Todo se percibe ajeno, hostil, frío, lejano, salvo una sigilosa sensación de sopor. Existen días en que ni el calor del sol abrazando tú piel alcanza a reconfortar tu cuerpo adolorido, maltratado, ajado, desnudo. Los miembros son de plomo, de una extraña languidez, como si la carne de pronto se volviese líquido y se escurriera, en un tiempo indeterminable, hacia ningún lado. Una tonalidad grisácea, opaca, como el brillo de los ojos de seres tortuosos y crueles, se antepone a mi ventana.

Hay días en que no basta tener familia, hijos, trabajo y muchas, pero muchísimas personas alrededor o estar absolutamente anestesiado para sentir el ímpetu de la vida aflorar en mis venas. En tardes como esta, en que nada molesta más que un llamado por teléfono y los sentimientos de culpa por no contestar son sólo una nota más entre otros cientos de mensajes en el diario mural. En esos días, en que un Interpol furioso y melancólico ametala mis lacónicos oídos, dos pequeñas figuras negras me persiguen y se instalan en el rincón más recóndito de mí mismo.

Hay días en que lo único real son las frenéticas imágenes de la televisión, sucediéndose una tras otra, sin ritmos ni orden ni secuencia lógica, dando saltos como una pequeño animalito de circo asustado por las miradas perversas y burlonas de los asistentes. Como en mi cabeza. Como en mis pensamientos. Como en mi vida entera.

Hay días en que todo es lento, todo cuesta, nada fluye…como estás palabras.

1 comentario:

Pedro Rodríguez dijo...

Curiosamente estoy escuchando un tema que es bastante melancolico (Porcupine Tree; "Glass Arm Shattering")lo que resultó ser un fondo más que apropiado para tu post.
Saludos.
Te leo.